De tu risa
las estrellas
volverán
al polvoso césped
al refugio seco
de mi viejo amor.
De mis manos
esas hiedras
robarán
la febril aurora
de tu ojo en vela
de tu anhelo en flor.
En la misma medida del camino,
bajo una tempestad breve, diestra,
el aire tienta el alumbrado público
y yo espero escapar,
nuevamente escapar
de las garras de la luna.
estas después de mí,
acurrucado en mi silencio
vigilando
cada paso nuevo de día
cada silbido nocturno.
He aquí que el aire;
repleto del humo que exhalas
guardado de azufre,
de colores, de mariposas, de alas;
se rompe.
He aquí que el náufrago;
el sueño rubio del desierto,
el ocaso sangriento
de púrpura látigo
se abre.
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